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"Lupin", el ladrón encantador pero sin ideas

Actualizado: 17 jun 2021

"Lupin", la serie francesa basada en las novelas de Maurice Leblanc sobre el ladrón de guante blanco Arsène Lupin, arrasó en Netflix cuando se estrenó en enero. Hoy enamora audiencias con su protagonista y volvió con una segunda parte para seguir coptando fans.


Es inevitable, al transitarla, no pensar en las películas del elegante británico David Niven; que hizo “Muerte en el Nilo” -transposición de Agatha Christie súper premiada y dirigida por John Guillermin- y “Dos Seductores” -junto a Marlon Brando, dirigidos por Ralph Levy-; entre muchísimas más.



La historia es la de Assane Diop (Omar Sy) un hombre que, admirador del personaje de la novela de Leblanc, trama sus atracos siguiendo la lógica del personaje. Pero no es un ladrón porque sí: el busca la venganza de aquellos que le hicieron mal en la vida. Y en esta segunda entrega logrará su cometido.


Pero este Lupin es muy diferente. Por empezar porque es un envío francés y es una serie (cuyo final de primera temporada dejó a los fans muy insatisfechos y en esta segunda remata sin giros sorprendentes ni atractivos en la trama). Entonces el charme tiene otro pulso y estilo; mucho más de forma que de contenido y por lo tanto superflua.


Además, está ambientada en la actualidad, nos permite deleitarnos con locaciones divinas como el Museo del Louvre, el Mercadillo de Saint-Ouen, Los jardines de Luxemburgo, el Pont des Artes o la Puerta de San Martín; y está protagonizada por el eficaz Omar Sy (”Intocable”, “Inferno”) ciudadano francés pero de ascendencia senegalesa-mauritana y musulmán: toda una declaración de principios.


El producto tiene sus filiaciones estéticas con la formidable serie “Ten Percent” (también de Netflix) pero aquí hay una proposición de guión que presenta problemas, a diferencia de ésta última. Problemas que ya asomaron en la primera temporada y que esta segunda cierra sin demasiada creatividad.



Es que Lupin, ya en el tercer episodio de su primera entrega comienza a decaer en tensión y la gran cantidad de enredos para que el héroe salga indemne, se vuelven más y más inverosímibles. La segunda tanda de capítulos sufre los mismos contratiempos. Y lo más imperdonable: el mencionado final abrupto que podría haberse planteado de otro modo en la primera entrega, finaliza a pura corrección narrativa y muy poco riesgo propositivo.


En su segunda tanda de envíos Assane se mide contra Hubert Pelligrini, que ha destruido su familia. Acorralado, se ve obligado a pensar nuevos planes para salvar a su familia. Así las cosas, nuestro protagonista está tironeado por la necesidad de proteger a su hijo y continuar con sus intenciones. Todo cierra, todo es convencional, todo es más de lo que vimos y la puerta queda abierta nuevamente para posteriores extensiones.


Eso sí: Lupin es atrapante porque su clave es el consumo ligero y sin más. Nunca pierde su prestancia y encanto. Es importante que sepas que, aunque está inspirada en la obra de Leblanc, hay también elementos de Holmes y Luther, bien a la francesa.


Si la tomás como un entretenimiento anodino, un juego de ingenio con muchas concesiones al pacto de verdad entre espectador y producto, resulta simpática. De lo contrario, ni lo intentes.


Es que la novela de Leblanc, de la que Sartre era fan, tiene entre sus páginas proposiciones intratextuales que son profundas y relativas a la existencia. Y en esta serie ese aspecto queda anulado por las trampas y contratrampas para que Lupin salga indemne.


Igual el guapo Omar Sy y su sonrisa son un encanto. Él gana, aún en las flaquezas.

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